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¡Felicidad, bendito fracaso!

Vivimos en un Mundo donde la palabra fracaso es tabú, donde el miedo a caer nos convierte en meros espectadores. Espectadores de una vida que vivimos en tercera persona.

Desde que somos pequeños se nos inculca el hipotético de las metas y la ansiada felicidad que yace tras alcanzarlas. ¿Y si no las alcanzamos qué? Nos convertimos en fracasados, habremos fallado, cayendo en el más profundo abismo.

Y es así, como sumidos en futuro que nunca llega, nos olvidamos de la importancia del trayecto. Nos olvidamos de que para saber si algo lo hiciste bien, poder disfrutarlo y saber valorarlo, primero tuviste que fallar. Y lo que es más importante, lo tuviste que intentar.

Los fracasos son, simplemente, un engranaje más del aprendizaje. Son como pequeños rotos que aparecen en nuestra mochila durante ese trayecto. Rotos que puedes solucionar de dos maneras; arreglándolos, convirtiendo tu mochila en una más creativa, personalizada y única. O tirándola, y con ella todos aquellos deseos, aquellas metas o aquellas ilusiones que nunca conseguiste por no intentarlo y ese miedo al fracaso.

¡Atrévete a caer! Pues es reparar esos rotos lo que saca lo mejor de cada uno de nosotros. Y es ahí, en ese trayecto (o llámalo presente) con todos sus rotos y mejoras, justo ahí, donde se encuentra la felicidad. Y la meta… la meta es vivir.

¡Sonríe! Solo los fracasados lo entenderán.

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